lunes, 18 de mayo de 2009

LA ARQUEOLOGÍA DE UNA MENTE URBANA ESTRESADA


Nuestra vida es igual de compleja que nuestras mentes. A veces, necesitamos que la casa de derrumbe para darnos cuenta el valor que le asignamos al ocio natural humano, cuanto descuidamos su estructura interna. La salud no es más que el funcionamiento biológico de nuestros cuerpos. EL problema es que a veces la mente influye demasiado en ese mecanismo, por esa razón el estrés se desenvuelve inertemente como un fantasma que nos sorprende de golpe, alguna noche donde el pecho duele más que nunca. Me preocupa ver que todos somos iguales y que tal vez tengamos que arriesgarnos a morir para ver que hay cosas más complejas que el trabajo, el dinero, los impuestos, las responsabilidades y hasta nuestras relaciones sociales. Los problemas se organizan de una manera jerárquica, todos nos afectan, pero cuando se nos presenta la muerte aunque de manera omnipresente, tenemos que visualizar el punto de la pirámide. La muerte es el fin, y además, es la demostración perfecta de que a veces uno enloquece por pequeñeces que no merecen nuestra más mínima atención.
La palabra prevención parece haber sido olvidada, postergada por razones obvias. O ningún ser humano es digno poseedor de la disciplina de prevenir, o la aceleración de nuestros sucesos diarios hace que no tengamos tiempo de reflexionar sobre nuestros supuestos futuros. Prevención no es solo hacerse un estudio médico, o ponerse una vacuna. Es decir lo que uno siente en el momento preciso. Es reconocer un error en el instante en que uno lo observa. Y también es rejerarquizar nuestros valores vitales.
El corazón es un órgano fundamental para el funcionamiento correcto de nuestra biología. Pero también es un símbolo abstracto que expresa nuestras estaciones del ánimo. El corazón se para por una consecuencia mecánica y errática de alguna de sus arterias, pero también detiene su pulsar porque sabe entristecer como forma de expresión. A eso que a veces se le dice estrés, yo le llamo tristeza. El corazón paraliza cuando ya no siente felicidad, cuando uno olvidó de ser feliz. Los seres que entristecen mueren.
La velocidad de las acciones diarias no puede ser más rápida que el viento. Nuestro tempo personal debe ser revisado aquí y ahora. Es momento de que dividamos nuestras veinticuatro horas en adagios, alegrettos o prestissimos. Correr por correr es ubicar el horizonte en nuestras espaldas.
Dependiendo de la educación y del contexto social y económico en el que uno nace, organizamos nuestra vida de algún modo. Buscamos crecer y educarnos a la par. Vamos a la escuela obligados hasta que reconocemos las razones del por qué uno debe pasar seis horas de su vida en esa institución. Por motivos culturales nos aseguramos de terminar el secundario. Allí debemos tomar decisiones, como por ejemplo, elegir algún camino que casi siempre se bifurca en dos: estudiar o trabajar. Paralelamente nuestro foco de atención más importante está ubicado en el cómo nos relacionamos con las demás personas. En que ámbito nos relacionaremos y de qué modo. Con quien. Allí, aparece el ser multifacético. Aquel que decide trabajar, aquel que decide estudiar (estudiar y trabajar) y aquel que decide no hacer ninguna de las dos cosas. Trabajando se solucionan (en general parcialmente) cuestiones que tienen que ver únicamente con el dinero. Aparece aquel que tiene la posibilidad de estudiar independientemente de las cuestiones económicas. Y luego aquel, que para estudiar debe trabajar. Entonces, ¿absolutamente todo gira alrededor del dinero? Desgraciadamente sí, porque vivimos sumergido bajos las aguas de un sistema horroroso. Elementos como la política, el poder, el dinero, el individualismo, más dinero, el egoísmo y la poca conciencia social hacen de esta ciudad un hábitat sumamente desagradable.
La gente está loca, pero no nació así. La ciudad con sus imponentes edificios y sus discursos políticos trata de mantenernos dominados como perros callejeros. Todo es una fachada horrible, porque aquí lo que está en juego es el dinero. Hay zonas que tienen agua potable, hay zonas que carecen de ella. Hay zonas en donde hay policías de chaleco naranja transitando las veredas y hay zonas en donde la calle es tierra de nadie. Hay zonas en donde viven los ricos y hay zonas en donde viven los pobres. Zonas, zonas, zonas. Basta de zonas.
La locura de la gente no es algo freudiano, ni psíquicamente explícito, es una especie de enfermedad multiorgánica producida por las constantes decepciones que producen la política, el estado, y el sistema. Todo cuesta demasiado. Vivir, trabajar, estudiar, relacionarse con la sociedad. Lo terrible es que el costo no es temporal, no es energético; es económico, siempre terminamos hablando de dinero. ¿Hasta cuando debemos permitir vivir nuestras vidas muriendo cada día? Es terrible ver a la gente como va postergando sus sueños hasta el punto de borrarlos de sus planes.
Hasta aquí he llegado. He decidido ser yo, y que me toque ser alguien porque quiero ser ese. El que quiera ser médico, bombero, verdulero, periodista, banquero, recolector de basura, que lo sea, esas seran sus profesiones. Yo voy a escribir y voy a hacer música. Y si tengo ganas de pintar una pared de color naranrojiverdeazulado lo voy a hacer, aunque ese color no exista y aunque no tenga pinceles. Me voy a alimentar de sueños, de música y de expresiones que el arte es capaz de darme, la caca que coma será solo para que mi cuerpo siga funcionando. Porque voy a morir, como vos, como él y como todos. Puedo morir ahora, mañana o dentro de cincuenta años, eso tal vez yo no lo decida. Pero si hay algo que ya decidí; ¡Que voy a vivir como quiera carajo!



J.R


4 comentarios:

Nhorma Longoria dijo...

Así es como se vive hermano.
terror,
amor,
corazón,
rencór,
vivir,
sentir,
costruir,
ESCRIBIR,
muerte,
Arte,
dinero
que se ván...
así es la vida
¡salúd!
y que viva la vida.
Hoy te dedico mi escritura, puedes checarla, es para ti y para todos aquellos que necesitamos un abrazo más que unas monedas a causa del trabajo que se realiza de mala gana.

Julián Rossi dijo...

Este comentario es un gran poema.

Vicky dijo...

Quien no se pregunta: ¿Para que llegamos al extremo mas terrible? Es asi querido amigo, disfrutar cada segundo. Un beso grande.

Nhorma Longoria dijo...

Demostrando que me gusta husmear tus comentarios hasta pasado un tiempo "razonable", y haciendo constar que el tiempo interno corre de diferente manera que el tiempo cornológico (según Lacan y yo ja). Me halaga mucho que consideres mi comentario un poema; la vida debería ser un poema, pero, con las crisis a la que nos lleva la clase política, nos conformamos muchas veces con afirmar la vida como una simple ex-sistencia, es la lucha por sobrevivir en la selva de asfalto lo que nos ata a un sin-sentido, no nos damos cuenta que a pesar de todo el ELLO, YO (Je) debe dar sentido a los colores que lo rodean. Para mí, tu eres como el morado, sólo porque es mi favorito.