miércoles, 11 de marzo de 2009

EL PADRE PELUQUERO

Nino cierra al mediodía y después de su inviolable siesta vuelve a abrir a las cuatro. Hace más de veinte años que heredó esa peluquería que aprendió a querer y que en un principio supo odiar. Ubicada en la esquina de Avenida Francia y Riobamba, es un espacio obligado para los chicos que empiezan las clases y sus madres decididas a parecer buenas madres los llevan a hacerles el peor corte del momento, si de gustos personales hablamos. Yo les haría otra cosa, que se yo…
Cuando se acerca el fin de semana, aparecen algunos coquetos que bastante envejecidos buscan la esperanza en el renacimiento capilar. Nino los conoce a todos, sus mañas, sus idiolectos, y por eso se adapta a cada uno de ellos, por circunstancias obvias, parte del trabajo del peluquero es entretener al cliente, conversar, ubicar un chiste tras otro, chistes de salón uno tras otro.
Los viernes cierra temprano y se da una escapada hasta el supermercado. Atraviesa el cementerio El Salvador y va pensando cuantas monedas puede gastar de más, a ver si esta tarde se puede comprar ese wiskycito que tanto anhela, pero que tanto cuesta.
Los precios subieron respecto a dos viernes atrás, con lo justo compra el de siempre. Cuando llega se prepara una vaso sin hielo (si no, no tiene fuego), pone algún partido (no le gusta el fútbol, pero es un gran hilo discursivo para lo clientes, tiene que estar actualizado) y en la mitad del segundo tiempo comienza a quedarse dormido. Telefonea a su hija, ella se esta divirtiendo con sus amigas en algún bar, pero el quiere saludarla y saber que esta bien, y llevar tranquilidad de padre a su cama. La ama mucho, a veces demasiado, eso produce un poco de ofuscación en Lucía. Los adolescentes son así le dicen las vecinas para consolarlo, no hay que estarles todo el día encima Nino, vos sabes como son. Once en punto, repasa los poemas que mas le gustan de un libro de Benedetti que le presto un cliente, extraña a su mujer, la extraña mucho y se duerme.

Todas las madrugadas a Nino lo despierta el mismo sueño. Esta pescando con su hija y su mujer, tropieza con una piedra y cae al río; comienza a ahogarse y desde el fondo ve la cara de su madre retándolo porque no hizo la tarea. Cuando esta por morir despierta. Agobiado, empieza a transpirar y siente mucha pena. Baja a tomarse un vaso, mira algunas fotos viejas y cuando sus ojos vuelven a cansarse regresa a la cama.
Esa noche despertó escapando de la misma muerte de siempre. Bajo por el vaso de agua y escucho algunas voces murmurando. Venían de la habitación de Lucía. Se sentía muy cansado, y estaba triste, muy triste estaba. Eso podía alterar su audición, así que se acerco a la puerta y apoyo levemente su oído sobre la madera. Su hija gemía de placer. Un hombre la estaba satisfaciendo sexualmente.
_Así, me gusta, me gusta mucho, por favor no pares…Un poquito mas abajo, así…me encanta, me estas matando, ¡que bien que me la chupas por dios!
Pensó en entrar y matar a ese tipo. A ese hijo de puta que le estaba haciendo sexo oral a su hija de apenas veinte años, que se la estaba arrebatando de sus brazos, de sus propios brazos de padre. Escuchaba todo, ya no quería oír más, se quería ir, en realidad no, quería quedarse porque no podría volver a su cama pensando que su hija estaba ahí con ese depravado que la estaba violando, sí, la estaba violando. No es que la estaba violando literalmente, pero sí, para mí la estaba violando. Es una nena, es mi nena. Como se atreve este pendejo de mierda a ser tan osado en mi propia casa, con mi hija. Mi nena. Pero ella también tiene la culpa porque…No puedo creer lo que esta pasando, como puede ser tan insolente ese hijo de puta. La culpa es de ella porque es una atrevida…en mi casa. En la propia casa de su padre que la ama, es lo único que tengo, (¿por qué?) -se preguntó muy angustiado-
Bajo las escaleras lentamente, pensó que no era su culpa, la ausencia de su madre había sido fundamental en la vida de Lucía. Nino lo comprendía, porque la ausencia de su mujer y también la de su madre habían sido fundamental para él. En su sueños, ya no podía escapar ni de sus sueños, así que baje a la peluquería, tomé la navaja mas filosa, me senté en la silla nueva y me corte el cuello. Sí, me corte el cuello porque no puedo soportar otra ausencia. Se me cierran los ojos, me siento cansado, me gustaría decirle a Lucía algo, pero ella ya no me quiere, me abandono. Se me cierran los ojos, me siento cansado. Otra vez estoy pescando, otra vez me tropiezo y…me tropiezo y…me tro…p…i…e.

J.R

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Ju, pase a leerte un rato y la verdad es que me encantó éste. Increíble como cambias la voz, para narrar el suicidio del tipo. Ademas ese no aceptar la independencia sexual de una hija. Te llame hoy pero me daba que tenias el teléfono apagado. Te dejo un beso, y nos vemos en estos días.

Nhorma Longoria dijo...

No sé si ya te lo había comentado antes, pero estaba re-leyendo éste cuento y además de resultarme maravilloso porque pones mi nombre como la hija perversa ¡ja! A los 15 años yo me emancipé de mi padre (son divorciados) y a los 17 me fuí a vivir con mi madre... pero en el transcurso de ese tiempo, un buen día llegó mi viejo a verme y pedirme plata... pero yo estaba con un sujeto en mi departamento y aún no puedo evitar remitirme a ese momento cada vez que te leo en "El padre peluquero" ´solo que mi padre es electromecanico industrial... prefiero a los peluqueros.
Un beso hermano