viernes, 17 de julio de 2015

ARTE



Arte sin esperar nada a cambio, arte creando y apreciándolo
Que serían las horas sin arte, la sensibilidad de la calle, los sueños y las ilusiones
Que haríamos con la tristeza, la bronca de una injusticia, la belleza de una flor.

Arte sin dinero de por medio, arte por el arte
Que sería la soledad sin arte, el encierro del silencio, la mano que no transforme
Que haríamos con los ríos, el viento y la ternura de los animales.

Arte sin prejuicios, sin miedo a que el arte te hipnotice, tranzar con el arte
Que serían las noche sin arte, la susceptibilidad de los niños, los truenos y la lluvia.
Que haríamos sin cantar, sin ser penetrados por la palabra, la imagen del pensamiento.

Arte sin esperar nada a cambio, arte vanguardia y religión
Que serían las vidas sin arte, la comunicación, la memoria y el infierno
Que haríamos con las profundidades del alma, con las imperfecciones del cuerpo humano.

Arte por el arte, sin esperar nada a cambio, con ganas y alegría
Arte por el arte de buscar  el arte de vivir, flotar en la juventud.

Magia, fantasía, brujería, ritual, plegaria, conexión universal, fantasmas del dibujo…habitarlo con amor.

j.r

domingo, 8 de julio de 2012

Dar y recibir



El comandante Lewis está muy enojado con el general.

Al parecer, su mujer se enteró, por la mujer del general,

que el jueves habían amanecido en el cabaret.

El general le dice que no se preocupe, que se calme,

que él no le contó nada a su mujer.

El comandante Lewis se queda un rato en silencio,

piensa,

no se le ocurre como se pudo haber enterado su mujer.

El general también está en silencio, piensa lo mismo.

Ellas se lo perdonaron, se lo escribieron en un mail,

desde la cama con sus amantes dictándoles.

J.R

jueves, 22 de septiembre de 2011

Amor colectivo



Me gusta ir con la frente apoyada en el vidrio, expirando aliento que dibuja vapor. Entonces juego a trazar alguna cosa con el dedo. Todavía falta mucho para llegar y de pronto me rozas la pierna porque bruscamente te sentaste. Me pedís disculpas y yo te pido que no te preocupes.
De algún modo se que lo hiciste a propósito.
Vuelve mi frente contra el vidrio, pero cada tanto te miro de reojos. Te haces la distraída. Primero me tocas y después te haces la indiferente. Entiendo que puede ser la paranoia. Tantas veces te habrán dicho que no hables con extraños. Pero yo no soy un extraño. Si seguro sabes que me subo en Laprida y me bajo en las cuatro plazas. El otro día te escuché hablando de mí, (no se bien que le decías a tu amiga pero ví en el reflejo del vidrio que algo le murmurabas y cada tanto me mirabas). Claramente estabas hablando de mí. Se que estudias psicología, una vez te escuché hablar por teléfono con alguien sobre un trabajo práctico. Admito que al principio me puse un poco celoso, pensé que era tu novio. Por eso fingí un llamado de una chica, como para devolverte los celos. No se si te acordás de esa tarde, llovía bastante. No creas que te quiero joder si me bajo en la misma parada que vos; es que me preocupa que andes sola por la calle y aunque todavía nunca me pediste que te acompañe, por lo menos te puedo mirar desde la esquina. Viste que el barrio de noche está bastante feo, o eso dicen en la tele. Mirá que a mí no me cuesta nada acompañarte, total, después me vuelvo caminando a casa, me gusta caminar esas treinta y tres cuadras pensando que hice bien en cuidarte. 
No se si es que no quise bajarme con vos, pero me molestó un poco que me buscaras tocándome la pierna (según vos fue sin querer) y cuando intenté sorprenderte con un beso me insultaste a los gritos de arriba abajo, delante de todos y me pegaste una cachetada. Como si no supieras quien soy.   






j.R

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Fábrica de cosas que pasan

La fiebre escupe el miedo y atravieso el espejo.

Avanzo hacia atrás

Hay futuro en tanto reflejo

Parto los ojos en un millón de pedazos,

caleidoscópicamente


Espectros subyacen en el infinito fondo

Giran y danzan

Suben y bajan

Se halla la vista, descubre su límite

Es el horizonte mas hondo del mundo


Sertimiento no basta

Hay mas que eso

No solo es beso

Espíritu, alma

Ocupar la razón

Ser pero crecer

Creer y reventar

Caer, errar, ventilar, remojar, morir, renacer.

Vamos vamos, que el ocio hace bien a uno solo.

Que iluso corazón creyendo que sabe amar:

Porque sabe decirlo


Las aves no meditan su canto

cantan

no piensan en las notas

ni mas ni menos cantan sin saber que saben cantar.


Pastores de cuerpos rotos

predican superficies que envejecen.

Portadores de la paz,

Incitan a aislarse de todos los demás.


Tanta luz me deja ciego.

Luz luz luz,

Tanto amor me deja infame

Porque es fácil gritarle al viento

Decir por decir

Te amo te amo te amo

Pierde valor, ¿no ves? deja de significarlo.


 Yo, yo; vos vos vos

¿Y yo, vos, aquel, los otros?


 No todo se explica, no todo se siente, 

fermenta en la frente el hervor de las venas

No se si estoy vivo o si estoy en el aire.
                                                                          
                                                                         Ni me importa.

Escupo sangre, transpiro lágrimas

Me cago en las hipócritas verdades,

en las vanidades

en males iguales.

                  Y me limpio con las hojas que exhiben los cultos
                
               No existe una escuela que enseñe a vivir
   
             Creo
                       
                Sin saber querer, sin saber reír,
                 
               Seamos lo que somos:
               
             partículas viajeras
               
             y una Fábrica de cosas que pasan.



J.R

viernes, 27 de agosto de 2010

Sentir con razón



No es que estoy loco, sino que anduve estimulándome mucho. 
Y me doy cuenta que mi percibir no es el mismo, 
como si estuviera interrumpido por algo, y empiezo a sentir paranoias. 
Escucho el ruido de una moto afuera, pero si me acerco a la ventana ahora parece una sinfonía de árboles sacudiéndose. Un insecto vuela a mi alrededor y produce un sonido agudísimo. Ptssí ptssí ptssí. No se bien que me pasa, pero el cuerpo tiembla, late en un compás raro que el corazón propone; y el cuerpo acepta. Mi espalda queda erguida porque ahora la sujeta el viento o la nada. Pienso, sobre todo pienso, siento y pienso. Me voy a morir. Lo presiento me voy a morir ya. Me paro. Camino hasta la cocina y mi cuerpo ahora es como una almohada y me sujeto, intento ubicar el teléfono pero el miedo impide razonar, no se si ya no estoy arrodillado esperando caer boca al suelo; los recuerdos duran un segundo por persona. De costado caigo y espero la muerte;

pero el corazón late…; toco el pecho y late. Otra vez ese compás que sacude todo el cuerpo. Toco el cuello y las venas. Y el miedo se va, porque el corazón pulsará mientras yo quiera.


J.R

jueves, 18 de febrero de 2010

Quien quiera creer que crea

Creer en el viento, en la sal, en los espejos.
Creer en la distancia, en el sabor que se hace añejo.
Creer en la nostalgia que producen los jilgueros
Creer que uno puede descubrir otros senderos
Es querer crear creer.

Crear un mapa con lugares que añoramos
Crear cien mil colores para irnos conquistando
Crear como una antena que concentre la energía.
Crear el tacto lento y morirnos de poesía.
Es creer querer crear.

Querer calmar el frío en los rincones de la casa,
Querer volver al nido cuando el miedo nos alcanza.
Querer amar de nuevo y sumergirse en el olvido;
Querer sentirse viejo, aun sentirse vivo.
Es crear querer creer.

Creer en la risa, en la sinfonía del ocaso.
Creer en las sombras, en el amor de un abrazo.
Creer que uno muere para ir amaneciendo
Creer que uno nace para irse evaporando
Creer que uno siente para continuar soñando
Es poder creer que uno crea cuando quiere.


J.R

martes, 15 de diciembre de 2009

El Renacimiento


no stan muridus lus páxarus
di nuestrus bezus/
stan muridus lus bezus/
lus páxarus volan nil verdi sulvidar/
Juan Gelman



Mi intención no es alarmarlos, pero creo que me voy a morir. Sí, se que me voy a morir y además conozco la causa de mi muerte y sus indeclinables razones. Hace meses que cuando llega la noche, siento dolores muy fuertes en la cabeza, en el interior de mi cabeza; como si me doliera la mente. Y sospecho que la punzada me enviste cuando empiezo a pensar en una sola cosa…en morir.
No es que estoy todo el día pensando en eso, pero últimamente estuve reflexionando sobre ciertas cosas referidas a ese incierto e ineludible futuro haciéndome algunas preguntas; como será ese oscuro ser que me tomará por sorpresa una tarde cualquiera. ¿Será cortés, malo, horrible, o amistoso, educado? Lo único que sé es que vendrá, me tomará de las orejas y me llevará a ningún lado porque cerraré los ojos y jamás volveré a despertar. Como las flores que caen muertas de los árboles urbanos. Ya en su estado marchito, un caminante cualquiera en su andar, coloca su zapato sobre la agonía de la flor, matándola u olvidándola después de muerta.
No creo en el cielo, ni de los humanos, ni de los animales, ni de las plantas. Cuando era un poco mas chico creía en el cielo de la música. Cuando repetí quinto grado, mi mamá, ante la vergüenza que significaba ante sus amigas del club que su hijo mayor repitiera, agarró mi guitarra y primero le rompió las cuerdas, luego arrancó el puente y mas tarde comenzó a prenderla fuego desde el mástil. Mi papá apagó el incendio cuando la llama ya le había quitado la vida. En ese momento, yo estaba jugando al fútbol con mis amigos en el pasaje primavera. Llegué y no lo podía creer. Era irreversible. La guitarra era demasiado vieja para soportar quemaduras de tercer grado. Mi padre me sentó en el borde de su cama, y para detener mis lágrimas que desbordaban cualquier río, me dijo que ya estaría en el cielo, que los difuntos músicos habían deseado la muerte de mi querida amiga, ya que allí había mucha demanda de instrumentos, sobre todo de guitarras.
Voy a morir. Y nadie puede evitarlo. Es que cuando llega la noche, mi corazón acelera su pulso a tal punto que pongo Cantata de puentes amarillos, salgo al jardín, prendo un cigarrillo y espero al mismo demonio que me venga a buscar. Eso sí, me aseguro de no perder toda la lucidez porque si me sorprende de repente, me gustaría oler por última vez el jazmín que crece en el cantero principal, y además, no creo que le moleste esperar a que termine la canción, en última instancia, le ofrecería un cigarrillo para entretenerlo.
No se si estoy todo el día pensando en ella, en la mismísima muerte, pero se que perdí demasiado tiempo especulando que era inmortal. Maldita omnipotencia juvenil que manipuló todos mis actos. Uno a esa edad cree que no solo nada puede afectar su físico, sino también, que la sabiduría es exacta por demás de las opiniones ajenas. A esa edad, uno ve a la muerte tan lejana, símbolo del espanto al fin, pero postergada por las ambiciones que uno de joven proyecta. Esos sueños que uno inventa, ilusiones que viajan en burbujas desde lo onírico hasta lo lucífero. Allí quedamos hipnotizados por las ganas de ser alguien, alguien para aquel, para otros. Entonces desviamos nuestra integridad moral y dañamos la autoestima. El tiempo en su viaje, nos demuestra cuanto nos autodestruimos al pensar que somos lo que los otros ven de nosotros. Lo que los otros quieren que seamos, o lo que creemos que los otros quieren que seamos.
Ahora la veo tan cerca, la siento tan cerca, como las primeras brisas que aparecen para avisar que la tormenta está por llegar. Tengo la certeza de que en cualquier momento voy a desvanecerme. El dolor es pasajero pero muy impetuoso. Así que, prefiero no especular demasiado; prenderé un cigarrillo, y con Blackbird de fondo, lo voy a disfrutar como jamás lo hice. Si me tengo que ir de este mundo, quiero que sea un momento radiante, original e irrepetible.
Al estar tan al límite ahora reflexiono sobre algunas cosas. Siento pena por no poder haber sido mejor tipo, o menos peor tipo, en fin, ojala que si me recuerdan, sea porque extrañan al buen asador, o al hablador insoportable que imponía temáticas demasiadas serias para la ocasión. Que recuerden aquel tipo solitario, que odiaba los velorios tanto como los noticieros de los mediodías, aquél que al fumarse un porro intelectualizaba; solo pero con el oído de las amapolas y la mirada atenta de las lechuzas, en esa soledad que uno elige imaginar por evitar compañías en otra frecuencia. Es que, al estar solo concentrando la energía de un único cuerpo humano, uno no percibe que hay otros cuerpos, otras energías, otros colores que producen aromas hermosos y placenteros. Es la soledad ideal. Es la soledad ideal encontrada en un espacio ideal.
Será que cuando uno esta al borde de la muerte recuerda cada acto de su vida con mucha precisión, pero sobre todo, aparece el remordimiento por esas decisiones que por cobardía, erróneamente eligió. La muerte en su visión menos sombría es agradable. Y eso tal vez ayude a comprender a los suicidas. Lastimarse de a poco por sentir la soledad mas hija de puta que puede existir, es absolutamente un acto de resistencia. Es soportar el dolor en una especie de competencia con el propio ser agresivo que llevamos dentro. La muerte entonces, no es más que suplicar la atención de los seres que amamos pero que muchos no lo saben, o no lo soportan. Es como un día de cumpleaños, es un día nuestro. Es el día en donde tal y tal recuerda que uno murió. ¡Pero hay tantos que se olvidan de nuestro cumpleaños! Pero la muerte tiene una dosis de misericordia bondadosa; ellos penan por nosotros, ellos sufren por nosotros, ellos se arrepienten de la mierda que fueron con nosotros.
Voy a cambiar, quiero escuchar La Maquina de Hacer Pájaros, prenderé un cigarrillo y me voy a sentar en el ventanal que da al jardín para disfrutar de la lluvia.
Tengo miedo, mas miedo que nunca. Pero no sabría si me despierta terror el hecho de amar la vida o no saber que será de mí cuando solo sea un cuerpo desvanecido, aunque siempre tuve una hipótesis que me es convincente. Me voy a descomponer como la flor que se marchita irreversiblemente. A sufrir esos zapatos en mi pecho, de esas personas que siempre me tienen olvidados. Me van a velar, mis posibles seres queridos llorarán, mis enemigos se harán los serios lamentando la noticia, pero se sonrojarán dentro suyo como símbolo de justicia divina. Espero que mis amigos me hagan caso. Les pedí que se juntaran a comer un asado y que recordaran los momentos más nuestros que hayamos vivimos juntos. Que sean los nuestros; esos pequeños momentos salpicados de complicidad y propios códigos lingüísticos, de situaciones críticas en donde al pedido de una mano, desbordaban brazos, espaldas y oídos. Y esas inagotables anécdotas que a veces atacan la integridad y hasta el orgullo de alguno de los muchachos. ¡Como nos encantaba correspondernos con silbidos o aplausos!, de eso se alimentó la amistad; desde luego.
Me voy a prender un cigarrillo y para aferrarme a mi incierto porvenir, voy a leer un poema de Juan Gelman que me encanta. Ese que con una prosa mágica y exquisita, plantea la posibilidad de un mundo en donde Dios es mujer.
Me acuerdo de mis viejos en la casita que se compraron en barrio Parque. Me pasaba todas las tardes en el patio de atrás. Era inmenso, ideal para jugar a la pelota e inventar cosas con algunas maderas, cables y herramientas de Papá. Autitos, aviones hasta con luces de colores. El jaulón lleno de pájaros. Tardes y tardes oyéndolos cantar. Jugando a reconocer cada canto, jugando a que cantaba con ellos. Una tarde se me dio por abrirles la puerta del jaulón. Todos huyeron menos el Jilgero y el Zorzal. Era temporada de lluvia, las tormentas son fuertes y dormir en los árboles es un poco arriesgado. Por eso supongo que decidieron quedarse, allí se sentían refugiados, allí recibían amor constante de unos humanos que le proveían alimento, agua y algún medicamento si lo precisaran. Pero fue muy difícil comprender como un pájaro en su instinto más puro, en su necesidad de ejercer la libertad más oriunda decide permanecer en una jaula, teniendo la posibilidad de desplegar sus alas y danzar entre las nubes.
En el medio del patio había un viejo naranjo que abastecía mi pequeña empresa. Alrededor de diez señoras conformaban la lista de mis clientas. Todas las mañanas con un cajón de madera con rueditas que había construido, pasaba casa por casa ofreciéndoles mis increíbles naranjas. Nunca me fallaban, me compraban siempre. Muchas veces algunas que no necesitaban me compraban igual. Eran señoras muy buenas y amables que lo único que no soportaban era que le jugaran con la pelota en la puerta de sus casas a la hora de la siesta.
Por suerte todo sucedió bastante tranquilo. Físicamente no sufrí casi nada. El viernes el médico me diagnosticó cáncer de pulmón, pero fue el domingo si mal no lo recuerdo…sí, fue el domingo a la tarde que decidí pegarme un tiro en el pecho. Realmente me daba pudor no optar por morir como quiero. Con el disparo, quise dejar de respirar para escuchar a mi mente escapando a otro cuerpo. Supongo que lo logré, porque recién me fui a bañar al lago y miré en el reflejo del agua y vi que tengo alas amarillas, mi pecho sin sangre es musgo y canto melodías sin parar. Ahora, solo resta hacer amigos, tal vez decida hacer un viaje; no me acuerdo quién me dijo que un grupo de los muchachos, todos cardenales amarillos, van a ir al este para huir del temporal de noviembre.



J.R

viernes, 11 de diciembre de 2009

La materia de un posible migrante


Tengo tanto que contarte. Quiero explicarte bien por qué las cosas no salieron como lo planeamos. Ya viste que en la vida es difícil trazar caminos de ante mano, porque a cada segundo nuestro andar se va modificando por los antojos circunstanciales del mundo. Yo se que esta distancia puede lastimarte demasiado, pero al menos ahogarse en el agua intentando cruzar el océano me regocija más que caminar lentamente por un puente demasiado tangible. No he nacido para sentirme mediocre, por eso prefiero morir buscando exaltar el destino que me fue concebido, antes que esconderme detrás de una roca sintiéndome sereno.
Sinceramente nunca tuve la certeza que al irme volvería. Vos sabes que siempre me gustó más mirar hacia delante, inventando horizontes para colmar las ansias de mi triste y pobre realidad. Entonces, uno debe salir a buscar un futuro. Futuro que al ser tan lejano, se vuelve improbable; pero en las aventuras de los tiempo de una vida, no podemos ser desestabilizados por la duda. Hay que salir a buscar el cielo que en ni en los propios sueños nos animamos a inventar.
Ahora sé que tenías razón. Que es estúpido buscar una ilusión movilizada por los deseos de adquirir materiales. ¡Pero quién puede ser tan de piedra para no sentir envidia cuando llegan las fiestas y los viejos amigos del barrio aparecen en camionetas nuevas plagadas de placeres! Si la pobreza mas humilde estuviera rodeada de más humildes pobres, seríamos unos pobres decentes. No habría necesidad de depender de nuestra consciencia prosaica que nos enseña a valorar humanos a través de los objetos. Y así fue, yo quería ser como ellos, yo quería despertarte alguna vez con un regalo por tu cumpleaños. Quería sentirme digno, igual a todos, quería sentirme orgulloso de mí mismo y hacer feliz a las personas que amo profundamente. Valoro mucho tu esfuerzo por enseñarme cosas buenas, por mostrarme la magia de las pequeñas cosas, por alimentar mi corazón con tus propias manos de madre soltera.
Al principio fue complicado. Tuvimos que nadar por un pantano hasta llegar a la lancha. Éramos muchos. Estábamos muy apretados, casi sin poder respirar. El señor Rafael fue muy amable con nosotros, nos pedía calma, y nos engañaba diciéndonos que llegaríamos muy pronto. Lo hacía de buena fe, o por lo menos, eso es lo que pensábamos la mayoría. Después de unas cuantas horas, llegamos hasta la orilla en donde había una pequeña playa, piedras y muchos árboles. El calor se cargaba sobre mi espalda pero se respiraba un aire seco, de manera que no sería tan pesado continuar con el camino a pie. Cada quién arreglo sus cuentas con Rafael, y luego de darnos algunas indicaciones, cada uno eligió un camino distinto.
Yo me dirigí hacia el oeste, porque como está el muro, supuse que habría menos vigilancia. Pero como las águilas vuelan a cualquier hora buscando su alimento, cometí un grave error. Hubo quienes eligieron el mismo camino que yo, algunos compartiendo mi estrategia, y otros, confundidos por el miedo sin querer quedarse solos.
Todo fue desierto. Y cuando amaneció conocimos la inmensidad de la sed, la desesperación del hambre, la locura de la supervivencia. Lo que llevada de comida y agua no fue suficiente, ni cerca estuvo de serlo. Y además, muchos decidimos darles nuestras bebidas a las mujeres embarazadas y a los niños.
Afortunadamente llegó la noche para pedirle al sol que nos cediera un instante de cordura.
Nos sentamos en el pie de unos arbustos para dormir algunas horas; aunque la ansiedad no lo permitía, sabíamos que el cuerpo no responde si nos descansa un poco. Esa noche el cielo fue distinto. Había luna llena y las estrellas dibujaron todas las constelaciones. Una gran venda blanca y transparente se posó sobre mis ojos. Recordé mi infancia, cuando me sentaba con mi hermana a la orilla del mar y trazábamos dibujos en el cielo con nuestros dedos hasta empezar a soñar despiertos. Miles de imágenes aparecían en ese abrir y cerrar de ojos. Es justo el momento en que la mente fusiona nuestros matices más agradables del mundo real, y la claridad de nuestros sueños como aire que deseamos.
No sentí el paso de las horas cuando nos sorprendió un nuevo amanecer. Estaba nublado, y eso significaba que tendríamos más chances de llegar sin morir deshidratados.
No tuve otra alternativa que entrar por unos túneles de desagüe. No tuve otra opción que sumergirme en un pantano de barro y excremento. Pensé en vos mamita, pensé en mis hijitos; en ustedes, lo hice por ustedes. Apareció una bifurcación de caminos dentro del túnel y tuve que elegir. Otra vez decidí por el oeste, a esa altura el miedo es tal que uno ya ni puede razonar con claridad, solo sentir y percibir, y todo lo demás deja de existir. A lo lejos vi una luz que aparentaba ser una salida al exterior. Al acercarme escuché ruidos extraños, voces, y algunos ladridos de perros. Vos sabes el temor que les tengo, vos sabes la cantidad de historias que nos han contado; que no te perdonan, que para ellos uno es un animal, ni siquiera eso; es nada. También sabes que no me refiero a los perros. Salí por el agujero pensando que había llegado a destino. De pronto una luz muy fuerte iluminó mi cara, no pude ver nada, solo oía ladridos, voces y gritos en otro lenguaje.
Me dieron veintiséis tiros, diez en la cabeza. Estuve unos minutos besando la tierra y sintiendo como los ojos se me cerraban lentamente. Es un instante que la vida te cede para aceptar que vas a morir. Al principio tuve muchísimo miedo, y por momentos pensé que esa era la razón, sentí que estaba muriendo de miedo. No pensé en Dios, ni en el cielo, ni en el infierno; porque todo era cólera, me daba bronca que ni siquiera pudieran despedirse de mí decentemente. Había pedazos de mi cuerpo por todos lados, sangre que inundaba la ilusión de que me vieras muerto pero entero, sin agujeros en mi cabeza.
La vida me dio muchas oportunidades para escucharte madre, y creéme que quise ver eso que me mostrabas. Creéme que intenté comprender que uno no necesita más que la familia, que un trozo de pan y agua para ser buena persona, para sentirse respetado por lo demás. Quisiera volver el tiempo atrás y llorar en tu falda. Quisiera decirte que me equivoqué, pero que a partir de ahora voy a valorar lo que tengo, y no desear lo que el viento puede llevarse en cualquier momento. Para que quiero un auto, para que quiero dinero, para que quiero ir a otro país si me harán sentir como un esclavo. Si la materia siempre desvanecerá. Solo oigo rumores de aves, y las olas de un mar en calma.
Si tenía mi casita, mi caballo, la serenidad de los gorriones; tenía mi cielo, mi arena, mi árbol y mi sembradora. Si era feliz, si yo siempre fui feliz. No lo entiendo madre, no entiendo por qué nos matan como animales. No entiendo nada de fronteras, ni banderas, ni patriotismos exagerados. Quiero volver el tiempo atrás, aunque ahora esté tirado en el barro, muerto como un perro, y sintiendo como los halcones peregrinos comienzan a devorar mis pedazos.
J.R

lunes, 18 de mayo de 2009

LA ARQUEOLOGÍA DE UNA MENTE URBANA ESTRESADA


Nuestra vida es igual de compleja que nuestras mentes. A veces, necesitamos que la casa de derrumbe para darnos cuenta el valor que le asignamos al ocio natural humano, cuanto descuidamos su estructura interna. La salud no es más que el funcionamiento biológico de nuestros cuerpos. EL problema es que a veces la mente influye demasiado en ese mecanismo, por esa razón el estrés se desenvuelve inertemente como un fantasma que nos sorprende de golpe, alguna noche donde el pecho duele más que nunca. Me preocupa ver que todos somos iguales y que tal vez tengamos que arriesgarnos a morir para ver que hay cosas más complejas que el trabajo, el dinero, los impuestos, las responsabilidades y hasta nuestras relaciones sociales. Los problemas se organizan de una manera jerárquica, todos nos afectan, pero cuando se nos presenta la muerte aunque de manera omnipresente, tenemos que visualizar el punto de la pirámide. La muerte es el fin, y además, es la demostración perfecta de que a veces uno enloquece por pequeñeces que no merecen nuestra más mínima atención.
La palabra prevención parece haber sido olvidada, postergada por razones obvias. O ningún ser humano es digno poseedor de la disciplina de prevenir, o la aceleración de nuestros sucesos diarios hace que no tengamos tiempo de reflexionar sobre nuestros supuestos futuros. Prevención no es solo hacerse un estudio médico, o ponerse una vacuna. Es decir lo que uno siente en el momento preciso. Es reconocer un error en el instante en que uno lo observa. Y también es rejerarquizar nuestros valores vitales.
El corazón es un órgano fundamental para el funcionamiento correcto de nuestra biología. Pero también es un símbolo abstracto que expresa nuestras estaciones del ánimo. El corazón se para por una consecuencia mecánica y errática de alguna de sus arterias, pero también detiene su pulsar porque sabe entristecer como forma de expresión. A eso que a veces se le dice estrés, yo le llamo tristeza. El corazón paraliza cuando ya no siente felicidad, cuando uno olvidó de ser feliz. Los seres que entristecen mueren.
La velocidad de las acciones diarias no puede ser más rápida que el viento. Nuestro tempo personal debe ser revisado aquí y ahora. Es momento de que dividamos nuestras veinticuatro horas en adagios, alegrettos o prestissimos. Correr por correr es ubicar el horizonte en nuestras espaldas.
Dependiendo de la educación y del contexto social y económico en el que uno nace, organizamos nuestra vida de algún modo. Buscamos crecer y educarnos a la par. Vamos a la escuela obligados hasta que reconocemos las razones del por qué uno debe pasar seis horas de su vida en esa institución. Por motivos culturales nos aseguramos de terminar el secundario. Allí debemos tomar decisiones, como por ejemplo, elegir algún camino que casi siempre se bifurca en dos: estudiar o trabajar. Paralelamente nuestro foco de atención más importante está ubicado en el cómo nos relacionamos con las demás personas. En que ámbito nos relacionaremos y de qué modo. Con quien. Allí, aparece el ser multifacético. Aquel que decide trabajar, aquel que decide estudiar (estudiar y trabajar) y aquel que decide no hacer ninguna de las dos cosas. Trabajando se solucionan (en general parcialmente) cuestiones que tienen que ver únicamente con el dinero. Aparece aquel que tiene la posibilidad de estudiar independientemente de las cuestiones económicas. Y luego aquel, que para estudiar debe trabajar. Entonces, ¿absolutamente todo gira alrededor del dinero? Desgraciadamente sí, porque vivimos sumergido bajos las aguas de un sistema horroroso. Elementos como la política, el poder, el dinero, el individualismo, más dinero, el egoísmo y la poca conciencia social hacen de esta ciudad un hábitat sumamente desagradable.
La gente está loca, pero no nació así. La ciudad con sus imponentes edificios y sus discursos políticos trata de mantenernos dominados como perros callejeros. Todo es una fachada horrible, porque aquí lo que está en juego es el dinero. Hay zonas que tienen agua potable, hay zonas que carecen de ella. Hay zonas en donde hay policías de chaleco naranja transitando las veredas y hay zonas en donde la calle es tierra de nadie. Hay zonas en donde viven los ricos y hay zonas en donde viven los pobres. Zonas, zonas, zonas. Basta de zonas.
La locura de la gente no es algo freudiano, ni psíquicamente explícito, es una especie de enfermedad multiorgánica producida por las constantes decepciones que producen la política, el estado, y el sistema. Todo cuesta demasiado. Vivir, trabajar, estudiar, relacionarse con la sociedad. Lo terrible es que el costo no es temporal, no es energético; es económico, siempre terminamos hablando de dinero. ¿Hasta cuando debemos permitir vivir nuestras vidas muriendo cada día? Es terrible ver a la gente como va postergando sus sueños hasta el punto de borrarlos de sus planes.
Hasta aquí he llegado. He decidido ser yo, y que me toque ser alguien porque quiero ser ese. El que quiera ser médico, bombero, verdulero, periodista, banquero, recolector de basura, que lo sea, esas seran sus profesiones. Yo voy a escribir y voy a hacer música. Y si tengo ganas de pintar una pared de color naranrojiverdeazulado lo voy a hacer, aunque ese color no exista y aunque no tenga pinceles. Me voy a alimentar de sueños, de música y de expresiones que el arte es capaz de darme, la caca que coma será solo para que mi cuerpo siga funcionando. Porque voy a morir, como vos, como él y como todos. Puedo morir ahora, mañana o dentro de cincuenta años, eso tal vez yo no lo decida. Pero si hay algo que ya decidí; ¡Que voy a vivir como quiera carajo!



J.R


martes, 17 de marzo de 2009

LA EDUCACIÓN DE LA SOLEDAD

Estoy cansado de que me cagues. Cansado estoy. No puedo estar todo el día atrás tuyo, simplemente no puedo. Ya se, te vas a quedar callada como siempre, y con esa cara de tierna inocente vas a venir cuando menos lo espere, y vas a apoyar tu cara sobre la mía, me vas a dar un beso y vas a creer que ya te perdoné.

A veces no entiendo como tus aguas de la comprensión se filtran en las de la injusticia. Yo que te elegí, y vos sabiendo que en el fondo a pesar de todo te amo, y te alimento a cada segundo.

El otro día estabas triste, me di cuenta. Yo se que de vez en cuando te gusta salir, pasear por ahí, pero viste como tengo la pierna, el médico me dijo que todavía no es bueno salir. Sabes que cuando René me va a cobrar la jubilación, le pido que compre algo para retribuirte con algún regalito. Yo entiendo, uno no elije a los padres, pero sos lo único que tengo. ¿Que objetivos puede tener un viejito de setenta y cinco años….?

Sos lo único que tengo, lo único que me queda. El otro día cuando enterramos a mama sentí que ya no quería seguir viviendo. Ella era tan buena. Nos faltaba tan poquito para las bodas de oro. Me acuerdo y me pongo así. Pero después me recompongo porque te tengo a vos, porque educarte me hace recordar a mis años mozos de buen padre. Ya me voy a poner bien y te voy a llevar a pasear por la plaza.

A pesar de lo que digan, yo se que vos me escuchas atentamente cuando te hablo, que entendés perfectamente lo que digo. Entonces te pido que no cagues más en la cocina. Ya te enseñe a hacerlo en el diario viejo que puse al lado de tu canastita.

Aunque seas cachorrita, tenés que dormir en tu camita y hacer caquita en tu bañito.




J.R

jueves, 12 de marzo de 2009

ADIVINA ADIVINADOR: ACTO FALLIDO

Viernes 7 pm, hora pico en las peluquerías…

No lo puedo creer, volvió. Después no quiere que lo maten. Me busca todo el tiempo, desde hace meses, sobre todo cuando cae la tarde y la noche comienza a asomar. Por momentos se aleja de mí, pero se que en cualquier momento puede regresar. Me pregunto si se percatará de que ese es un terrible acto de histeria. No, no creo, porque de “acá” es tan vacío que ni creo que pueda tener capacidad intelectual para darse cuenta de esos histeriquéos que no soporto. Es lo peor que me pueden hacer en la vida. Que sí, que no, que sí, que no. Encima ahora esta de moda que la mujer se encare al tipo, no lo puedo creer, como cambian las modas boluda, ¿no?

Otra vez. Me esta buscando sin parar. No me deja en paz este bicho. Mira…es feo, encima no hace nada, son todos iguales. Son tan parecidos. Si, ¿no te parece? No ya se, salvando las distancias, ¿no te parecen parecidos? A los hombres, ¿a quien va a ser? Yo vendría con un extinguidor y los mataría a todos…No, no estoy loca, pero son insoportables, además vienen, te pican y se van, vuelven, te pican y se van, todo los hombres son iguales. Te sacan sangre a mas no poder, así son los hombres...¡Claro claro! Seguramente a vos nunca te toco un Juan Pablo, que estaba todo el día tirado fumando marihuana, no trabajaba, no hacia nada y encima siempre le tenia que andar pidiendo plata de más a mi papá para mantenerlo. Y para colmo era músico y se la pasaba escribiéndole canciones a otras minas. ¡Uy que histérico! ¡No lo soporto!

Todas las temporadas dicen que van a fumigar pero viste...la verdad, no parece…

Ahí lo tenés en la pierna. Ahí.
Lo maté.
No, esta vivo…
¡Pisálo! ¡Pisálo!
¡gsrspppshhh!

Esta lleno, y encima con el calor…Mira toda la sangre que me saco…Por eso odio a los hombres…digo…a los mosquitos...

miércoles, 11 de marzo de 2009

EL PADRE PELUQUERO

Nino cierra al mediodía y después de su inviolable siesta vuelve a abrir a las cuatro. Hace más de veinte años que heredó esa peluquería que aprendió a querer y que en un principio supo odiar. Ubicada en la esquina de Avenida Francia y Riobamba, es un espacio obligado para los chicos que empiezan las clases y sus madres decididas a parecer buenas madres los llevan a hacerles el peor corte del momento, si de gustos personales hablamos. Yo les haría otra cosa, que se yo…
Cuando se acerca el fin de semana, aparecen algunos coquetos que bastante envejecidos buscan la esperanza en el renacimiento capilar. Nino los conoce a todos, sus mañas, sus idiolectos, y por eso se adapta a cada uno de ellos, por circunstancias obvias, parte del trabajo del peluquero es entretener al cliente, conversar, ubicar un chiste tras otro, chistes de salón uno tras otro.
Los viernes cierra temprano y se da una escapada hasta el supermercado. Atraviesa el cementerio El Salvador y va pensando cuantas monedas puede gastar de más, a ver si esta tarde se puede comprar ese wiskycito que tanto anhela, pero que tanto cuesta.
Los precios subieron respecto a dos viernes atrás, con lo justo compra el de siempre. Cuando llega se prepara una vaso sin hielo (si no, no tiene fuego), pone algún partido (no le gusta el fútbol, pero es un gran hilo discursivo para lo clientes, tiene que estar actualizado) y en la mitad del segundo tiempo comienza a quedarse dormido. Telefonea a su hija, ella se esta divirtiendo con sus amigas en algún bar, pero el quiere saludarla y saber que esta bien, y llevar tranquilidad de padre a su cama. La ama mucho, a veces demasiado, eso produce un poco de ofuscación en Lucía. Los adolescentes son así le dicen las vecinas para consolarlo, no hay que estarles todo el día encima Nino, vos sabes como son. Once en punto, repasa los poemas que mas le gustan de un libro de Benedetti que le presto un cliente, extraña a su mujer, la extraña mucho y se duerme.

Todas las madrugadas a Nino lo despierta el mismo sueño. Esta pescando con su hija y su mujer, tropieza con una piedra y cae al río; comienza a ahogarse y desde el fondo ve la cara de su madre retándolo porque no hizo la tarea. Cuando esta por morir despierta. Agobiado, empieza a transpirar y siente mucha pena. Baja a tomarse un vaso, mira algunas fotos viejas y cuando sus ojos vuelven a cansarse regresa a la cama.
Esa noche despertó escapando de la misma muerte de siempre. Bajo por el vaso de agua y escucho algunas voces murmurando. Venían de la habitación de Lucía. Se sentía muy cansado, y estaba triste, muy triste estaba. Eso podía alterar su audición, así que se acerco a la puerta y apoyo levemente su oído sobre la madera. Su hija gemía de placer. Un hombre la estaba satisfaciendo sexualmente.
_Así, me gusta, me gusta mucho, por favor no pares…Un poquito mas abajo, así…me encanta, me estas matando, ¡que bien que me la chupas por dios!
Pensó en entrar y matar a ese tipo. A ese hijo de puta que le estaba haciendo sexo oral a su hija de apenas veinte años, que se la estaba arrebatando de sus brazos, de sus propios brazos de padre. Escuchaba todo, ya no quería oír más, se quería ir, en realidad no, quería quedarse porque no podría volver a su cama pensando que su hija estaba ahí con ese depravado que la estaba violando, sí, la estaba violando. No es que la estaba violando literalmente, pero sí, para mí la estaba violando. Es una nena, es mi nena. Como se atreve este pendejo de mierda a ser tan osado en mi propia casa, con mi hija. Mi nena. Pero ella también tiene la culpa porque…No puedo creer lo que esta pasando, como puede ser tan insolente ese hijo de puta. La culpa es de ella porque es una atrevida…en mi casa. En la propia casa de su padre que la ama, es lo único que tengo, (¿por qué?) -se preguntó muy angustiado-
Bajo las escaleras lentamente, pensó que no era su culpa, la ausencia de su madre había sido fundamental en la vida de Lucía. Nino lo comprendía, porque la ausencia de su mujer y también la de su madre habían sido fundamental para él. En su sueños, ya no podía escapar ni de sus sueños, así que baje a la peluquería, tomé la navaja mas filosa, me senté en la silla nueva y me corte el cuello. Sí, me corte el cuello porque no puedo soportar otra ausencia. Se me cierran los ojos, me siento cansado, me gustaría decirle a Lucía algo, pero ella ya no me quiere, me abandono. Se me cierran los ojos, me siento cansado. Otra vez estoy pescando, otra vez me tropiezo y…me tropiezo y…me tro…p…i…e.

J.R